martes, 17 de mayo de 2011

La lucha contra la pobreza, desde el laboratorio

Economía del desarrollo, ¿pura teoría sin base científica? No para Esther Duflo, desde luego. Esta economista y profesora del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, en sus siglas en inglés), está convencida de que en el uso de ensayos aleatorios, similares a los que utiliza la industria farmacéutica, está la clave para generar medidas eficaces que determinen el éxito de programas de ayuda al desarrollo.

El dinero, obviamente, es importante para luchar contra la pobreza. Pero no es lo único. Para Duflo (38 años) lo fundamental está en comprobar qué (y por qué) es lo que funciona y lo que no en la ejecución de programas de ayuda, para que éstos sean lo más eficaces posible. “En el campo de la tecnología pasamos mucho tiempo experimentando, perfeccionando, estudiando al detalle la manera más barata para hacer algo” –señala Duflo en una conferencia del MIT- entonces, ¿por qué no se actúa de la misma forma en cooperación al desarrollo?


Desde 2003, y a través del Laboratorio de Acción contra la Pobreza Abdul Lateef Jameel del MIT, Duflo y su equipo se han dedicado a recopilar datos reales para encontrar respuestas que alivien la pobreza. A partir de estos datos, se han obtenido resultados muy interesantes. Por ejemplo, que la eficiencia de los programas de ayudas públicas depende del género del beneficiario o que la aceleración de la tasa de capital humano no va de la mano del crecimiento económico. Otro estudio que ha generado polémica ha sido la medida de la efectividad del conocido programa de ‘microcréditos’, concluyendo que su impacto es modesto ya que solo uno de cada ocho personas utiliza un ‘microcrédito’ para crear un negocio que de otra forma no existiría.

Experimentos sociales para luchar contra la pobreza
Utilizando un enfoque ‘micro’, Esther Duflo ha realizado numerosos experimentos sociales para aportar respuestas vitales en la lucha contra la pobreza. En una conferencia del MIT, la economista da tres ejemplos para que nos hagamos una idea de su trabajo:

Inmunización. A pesar de la existencia de programas de vacunación que ofrecen vacunas de forma gratuita, todavía siguen sin vacunarse unos 25 millones de niños. Esto no se debe a la falta de vacunas o al desentendimiento de los padres, existen otras variables que deben ser consideradas como, por ejemplo, la lejanía de los centros de vacunación o las tareas diarias de supervivencia a las que deben enfrentarse las familias sin recursos económicos. Estos condicionantes hacen que los padres vayan posponiendo la vacunación de sus hijos hasta que es demasiado tarde. Tras llevar a cabo varios experimentos de selección aleatoria, se concluyó que el método con el que se conseguía una mayor tasa de vacunación se diferenciaba de los otros gracias a un minúsculo incentivo: un simple kilo de lentejas por acudir a un centro de vacunación. Algo tan barato como esto hizo que la tasa de vacunación fuese seis veces mayor que la inicial.

Malaria. Para combatir la malaria, muchos programas distribuyen mosquiteras de forma gratuita. Tras observar que había gente que no valoraba este método de prevención (quizas por ser gratuito) y utilizaba mosquiteras para otros usos como, por ejemplo, redes de pesca, el equipo de Duflo se preguntó hasta que punto era beneficioso ofrecer mosquiteras gratis. Por otro lado, se consideró importante saber si, tras haberlas obtenido sin pagar, la gente tendería a no adquirirlas en un futuro en el caso de que tuviera que comprarlas. ¿Habría que cobrar por ellas entonces? Tras experimentos, se llegó a la conclusión, por un lado, de que esos usos “alternativos” son minoritarios y, por otro, de que el reparto de mosquiteras de forma gratuita, en vez de disminuir, garantiza una mayor tasa de adquisición a largo plazo.

Educación. ¿Cómo aumentar la tasa de escolarización? Como dice Duflo, se pueden aplicar numerosas “variables”: proporcionar uniformes gratuitos, un servicio de comedor, contratar más profesores, becas… pero, ¿cuál es la mejor medida? El resultado demostró que la medida que proporcionaba mayor escolarización era una de las más baratas y consistía en dar charlas informativas sobre los beneficios de la educación. Además de la eficacia de esta medida, se descubrió otro hecho, mucho menos intuitivo: en lugares donde hay niños debilitados por parásitos intestinales, la asistencia a escuelas disminuía de forma drástica. Al tratar a estos niños, la asistencia escolar incrementó considerablemente.

Con estos estudios, Esther Duflo se está haciendo un hueco entre los economistas más destacados dentro de la economía del desarrollo. Su nombre lleva sonando desde 2009, año en el que fue reconocida con premios como el McArthur, conocido también como “la beca de los genios” y en 2010 fue galardonada con el premio más prestigioso: la medalla John Bates Clark, considerada la antesala de los Nobel.

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