viernes, 20 de mayo de 2011

Sí, es para indignarse

La indignación ciudadana materializada en concentraciones de gente anónima desde el 15 de marzo en la madrileña Puerta del Sol, así como en varias ciudades de España, cambia el rumbo de la campaña electoral y se convierte en la protagonista de las portadas de los medios nacionales. Todo lo que puedo ver y escuchar desde mi portátil en Reino Unido se traduce en una sensación que se mueve entre la esperanza y el alivio de saber que no estamos dormidos. “Ya era hora”, me digo a mí misma. Los medios nos han hecho protagonistas en menos de una semana, y resulta curioso, ya que llevamos años siéndolo, víctimas de la crisis económica, la injusticia social, corrupción, manipulación y el recorte de nuestros derechos. Algo que, por otra parte, tampoco es nuevo en nuestra historia.

Puesto que somos los protagonistas, conocemos de sobra los motivos de estas concentraciones, no necesitamos que venga ningún iluminado para que nos dé a conocer el porqué de tanto hartazgo. Yo solo enumero:

1. 43% de paro juvenil. Casi la mitad de la población juvenil no encuentra trabajo; los que no cuentan con experiencia o estudios lo tienen crudo debido a la alta competencia para los pocos puestos de trabajo que se ofertan y los que optan por la formación, ya tengan experiencia laboral o no, ahora resulta que están “sobrecualificados”. Y todo esto mientras vemos que en España, para ser presidente del Gobierno no se exige ni hablar inglés.

2. Injusticia en el mercado laboral. Los que trabajan tampoco vislumbran un panorama muy alentador aspirando a ser “mileuristas”, con contratos precarios y soportando condiciones laborales infernales por miedo a ser despedidos. Si eres mujer, más difícil: los despidos por maternidad se duplican con la excusa de la crisis. ¿Cómo escapar de este laberinto sin salida? Muchos, como yo, han optado por emigrar a otros países en busca de las oportunidades que se nos niegan en nuestro país.

3. “Apretarse el cinturón”. Tantos discursos apelando a la responsabilidad social y a la necesidad de aplicar medidas “difíciles” para afrontar la crisis… En esta legislatura hemos sido testigos de una reforma laboral que abarata el despido, la bajada de sueldo a los funcionarios, el aumento de la edad de jubilación y un drástico recorte de ayudas sociales (no más al cheque-bebé, préstamos renta universidad o ayudas a los parados de larga duración). Todo esto tendría sentido si existiera una política coherente de recortes y restricciones para todos los sectores de la población, pero no, los privilegios de la clase política se mantienen con sueldos desorbitados – en algunos casos hasta vitalicios- pagados de nuestros bolsillos.

4. Ministerio de Vivienda, ¿para qué? La burbuja inmobiliaria “estalló”, y aunque los precios han bajado ligeramente, la vivienda en España está sobrevalorada un 40%. El alquiler tampoco se queda atrás, el precio medio es de 750 euros mensuales, un poco menos del salario de un españolito “mileurista” sin posibilidades de acceso a una hipoteca. La alternativa queda en compartir piso de alquiler o vivir con los padres. “Para ir tirando”, dicen muchos jóvenes españoles- y no tan jóvenes-. Lo malo es que esta opción se convierte en obligatoria e indefinida. Y esto cansa.

5. Descrédito de la clase política. Que Zapatero desconozca lo que cuesta un café o que el Consejero de Transportes de Madrid no sepa que existe el metrobús, ilustra la burbuja en la que viven nuestros políticos. Escándalos de corrupción en los dos partidos principales, mentiras, falsas promesas, acciones políticas al servicio del poder financiero y del “lobby” empresarial en vez de los ciudadanos... ¿Estos son los políticos que nos representan, los que trabajan por nuestro bienestar? Como dicen los que protestan frente a la Puerta del Sol: “los ciudadanos hemos perdido el respeto a los partidos políticos mayoritarios, pero ello no equivale a perder nuestro sentido crítico”.

Está claro que sobran los motivos para indignarse. Aun así, seguimos soportando opiniones interesadas que sueltan barbaridades como que “detrás de todo esto está la extrema izquierda y grupos comunistas” o que “esto está organizado por jóvenes “perroflautas”, aburridos, sin nada mejor que hacer”. A dos días de las elecciones autonómicas y municipales, la Junta Electoral ha declarado ilegales las concentraciones, con amenaza incluida de multar a la gente que protesta. Esto demuestra que los que más deberían, siguen sin enterarse. La jornada de reflexión es lo de menos. El resultado electoral no importa. Lo importante aquí es que los españoles indignados han sabido organizarse y hacer ver su indignación para cambiar el sistema con el que no se sienten identificados. ¿En qué quedará todo esto? A la velocidad que está cambiando el mundo con el empujón de las redes sociales, ni los sociólogos se ponen de acuerdo. Yo no soy socióloga y no podría prever las consecuencias, sin embargo, tengo una esperanza: que esto no haya hecho más que empezar.

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