
Tras los resultados de las elecciones autonómicas y municipales celebradas el pasado domingo 22 de mayo, los populares se felicitaban por su contundente victoria, que ha teñido el mapa de España de azul, mientras que los socialistas, cabizbajos, asumían su derrota. Finalizado el recuento de votos, aquella noche ya estaba todo hecho, las elecciones habían terminado.
Todo lo contrario ocurría en la madrileña Puerta del Sol. En la plaza, totalmente ajena a los resultados electorales, se podía intuir que el denominado movimiento 15M tenía intención de permanecer. La gente se concentraba en torno a un megáfono donde los ciudadanos compartían sus principales preocupaciones, los curiosos se paraban a leer los cientos de carteles de protesta, mientras que muchos voluntarios, instalados en sus improvisados “stands”, informaban sobre el movimiento a la vez que recogían firmas y propuestas.
En la noche electoral se podía pasear por Sol, las protestas de miles y miles de personas de los días previos a las elecciones se habían disipado. Aunque la aglomeración había disminuido drásticamente, varios centenares de personas permanecían en el corazón de Madrid y ponían fin, con una sentada muda celebrada un minuto antes de las doce de la noche, a un día más de permanencia en el campamento.
Una veintena de tiendas de campaña siguen instaladas junto al campamento principal, organizado por comisiones de trabajo sin líderes visibles y creados de forma totalmente espontánea. “La intención era organizarse, pero no esperábamos que creciésemos tanto”, señala un portavoz del movimiento que, tras estudiar un módulo de formación profesional en instalación de energías renovables, tiene claro que se marchará a Italia para encontrar trabajo. La organización, precisamente, constituye una de las bases que sustentan la supervivencia del campamento creado el 17 de mayo, tras el “efecto llamada” que supuso el desalojo del día anterior.
Desde ese primer momento, se organizaron comisiones en función de las necesidades del campamento. “Como esto se ha ido ampliando, las comisiones se han ampliado también. Hay un espacio infantil, una enfermería, una librería, un centro de terapias naturales y salud mental con masajistas y psicólogos profesionales… “, comenta Sofía, una periodista de 26 años que se ha prestado para ser portavoz del movimiento.
Aunque hay gente de todas las edades, la mayoría de los voluntarios que trabajan en el campamento son jóvenes con estudios, que ven en este movimiento una oportunidad para demostrar que pueden organizarse y llevar a cabo sus funciones de forma profesional.
La prueba de ello está en que, en menos de una semana, los integrantes del llamado movimiento 15M han creado un campamento dividido en comisiones para su autogestión. Así, se ha establecido una comisión legal, formada por abogados para solucionar todo tipo de cuestiones legales referentes a las protestas; la comisión de artes gráficas y plásticas para crear proyectos artísticos vinculados al movimiento; la comisión de respeto que se encarga de evitar altercados y mantener los servicios de limpieza; de extensión para crear lazos de unión con otras ciudades; la comisión de comunicación para informar a los medios; la de información para explicar a los ciudadanos de que trata el movimiento… en total existen unas diez comisiones que van creciendo y cambiando constantemente, en función de las necesidades y de las nuevas propuestas presentadas por cualquiera que decida pasarse por Sol con la idea de ayudar.
Una sociedad diferente, en Sol
Muchos dicen que en la Puerta del Sol se ha creado una mini-ciudad. “Al principio fue una protesta, ahora es una forma de dar a entender que una sociedad diferente es totalmente posible”, comenta una chica de 19 años que está estudiando primer año de Terapia Ocupacional y que colabora en la comisión de alimentación. “Damos alimentos a los compañeros que trabajan en el campamento y después, a los demás”. Aunque la picaresca encuentra su sitio en el campamento de Sol (están los que intentan vender la comida que han conseguido de forma gratuita o los que tratan de coger bocadillos sin colaborar en el movimiento), la solidaridad de la gente es la protagonista. “Si hacen falta cucharas, al momento tenemos cucharas para un ejército”. Y todo ello, sin dinero de por medio: “hay mucha gente, de todo tipo, que trae comida, y colabora a través de donaciones, que es lo único que aceptamos. A veces tenemos que decir que no traigan más comida porque nos sobra”. Otros intentan dar dinero, sin embargo, siempre se encuentran con la misma respuesta: “Sólo aceptamos donaciones ‘en especie’, para que no se nos malinterprete”.
Las comisiones, a su vez, se dividen en grupos de trabajo, que recogen las propuestas de los ciudadanos que se pasan por el campamento. Estas propuestas se debaten en la asamblea de cada grupo de trabajo integrado por cualquier persona que quiera participar y, tras ser aprobadas de forma unánime, se vota en la asamblea general que tiene lugar normalmente por las tardes y donde participan varios centenares de personas que se reúnen en la plaza. Todo lo que aprueban queda registrado en actas. “Estamos creando el qué queremos”, comenta una voluntaria. De momento hay tal volumen de propuestas que es muy difícil elaborar un manifiesto común. “No es que estemos desbordados, es que hay muchísima gente que quiere participar. Puesto que, en principio, nos quedamos en Sol hasta el domingo, queremos que se organicen asambleas en los barrios y pueblos de las diferentes ciudades, para que se revitalice la comunicación vecinal que está muy debilitada”, dice otra portavoz del movimiento 15M.
Están organizados pero, ¿qué quieren?
A pesar de no tener manifiestos, los integrantes del 15M están de acuerdo en que los mecanismos que la democracia tiene para la participación ciudadana no funcionan. Por eso reivindican el uso de las plazas públicas como foro de debate. “Los políticos no nos representan, solo representan los intereses de la banca”, protesta un voluntario. “Estamos muy cansados, muy hartos, queremos un cambio”.
Unos dicen que no encuentran trabajo porque están “sobrecualificados”, otros que se reforme el sistema electoral para evitar el bipartidismo, todos coinciden en que se deben eliminar los privilegios de la clase política. “Mi generación ha visto el panorama muy negro. Pero hasta ahora no nos hemos visto verdaderamente mal, por eso nos hemos organizado”, opina un chico de 21 años. Otro portavoz comenta: “ya no es cuestión de que te pueda pasar a tí o no, es lo que le pasa a la gente a tu alrededor. Tu vecino puede que esté en paro. Vivimos en sociedad, somos seres sociales y hay que luchar por que haya una justicia social universal”
“Yo ya estaba esperando que los jóvenes hicieran algo, esto ha sido necesario”, dice Eugenia, de 71 años. “No sabíamos que pasaba con los jóvenes, por qué no han protestado hasta ahora, pero estoy muy contenta de que esto haya pasado, ¡ya era hora!”, dice ilusionada Vicenta, de 56 años. Las dos se pierden entre la multitud, dejando una abarrotada Plaza del Sol que ha pasado de ser zona de tránsito, para convertirse, en tan solo unos días, en un ágora para hablar, debatir y proponer ideas.
*Publicado en la Opinión de Granada el 25/05/2011